Curso De AcompanAnte Terapeutico Zona Sur 2019



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El 13 de marzo empieza el curso de Acompañante Terapéutico que se ofrece por medio de la Asociación Línea de Vida. El acompañante terapéutico es un profesional del campo de la salud mental que interviene en el abordaje de las personas con padecimientos mentales, en el marco de la indicación del equipo interdisciplinario del profesional tratante. Capacitar al AT para el trabajo conjunto con los responsables médico-sicológicos y legales de pacientes que por su condición precisen asistencia permanente.


Instrumentar la formación del Acompañante Terapéutico (AT), determinando su función específica, brindándole asesoramiento técnico a fin de dotar al AT de los conocimientos necesarios que le posibiliten efectuar acciones conjuntas con los profesionales en las labores de promoción, asistencia y rehabilitación, tendientes a mejorar la calidad de vida, socialización e inserción laboral, cooperando en el desarrollo de conductas participativas del acompañado.


En la cursada vas a estudiar materias específicas de la capacitación y técnicas que te dejarán no solo enriquecer tu calidad de vida sino asimismo poder aplicarlas profesionalmente una vez egresado. Instante en el que surge la práctica de acompañamiento terapéutico tanto en la Argentina como de este modo asimismo globalmente.


- Distinguir entre distintas posturas clínicas: Por una parte la sistematización de funciones del Acompañante Terapéutico, definidas a priori, por otro la función del Acompañante Terapéutico definida dependiendo de la estrategia de su tratamiento y de las particularidades de cada caso.


Podemos destacar que el Acompañante Terapéutico es considerado un recurso humano con finalidad asistencial, cuya práctica remite a un conjunto de acciones de contenido concreto en el marco de una estrategia clínica, realizando acciones de cooperación para la puesta en Cursos de Acompañante terapeutico práctica de las indicaciones, objetivos y metas propuestos por el equipo profesional.


El acompañamiento terapéutico piensa la facilitación de la inclusión social de las personas que padecen un malestar psíquico, físico o relacional. Se transforma, entonces, en un servicio de acompañamiento sanitario y popular.Los nuevos niveles socioeconómicos y políticos en la Argentina, sumados a los cambios epidemiológicos de el último período, provocaron transformaciones en las condiciones de vida y en la cotidianeidad de la comunidad y uno de esos cambios en particular son los modos de enfermar de las personas, sin que por el momento se hayan revertido como corresponde las tácticas de respuesta en el sistema de salud para mitigarlos.No es que ya no hagan falta hospitales, ni medicamentos ni médicos, pero la actual prevalencia de males que están más vinculados con el accionar, tanto individual como popular, nos expone una urgente revisión de conceptos y operatorias que rigen las prácticas en los servicios de salud.Las anomalías de la salud crónico-degenerativas, como también los incidentes traumáticos y de violencia de distinta índole, sumados a la más grande supervivencia de pacientes con enormes déficits psicofísicos, han incrementado los índices de discapacidad, dejando a cientos de personas limitadas para enfrentar sus actividades corrientes, tanto las similares con la vida productiva como la popular.La discapacidad, según la ordenación en todo el mundo del desempeño, de la Discapacidad y de la Salud (OMS) es un término genérico que comprende deficiencias, restricciones de la actividad y limitaciones a la participación.La persona con restricciones físicas, sensoriales o mentales sufre la discapacidad no por los padecimientos en sí mismos, sino como resultado de sus derivaciones, es decir, por la exclusión de oportunidades educativas, laborales y de los servicios públicos que estas últimas generan y son esas condiciones de aislamiento las que el sistema aún no logra modificar.En la Argentina, según el último Censo 2010, el 12.9% de la gente tiene alguna discapacidad, lo que supone bastante más de 5 miles de individuos, de las cuales el 11.7% son inferiores de 15 años y el 48.5% forma parte de 15 y 64 años, oséa, compromete a la gente más joven.Visto desde una visión económica, el incremento de la discapacidad y de la expectativa de vida y la reducción de la tasa bruta de mortalidad causan un aumento en el índice de dependencia (proporción de población no económicamente activa en relación a la gente económicamente activa), lo que significa un aumento de la cantidad de personas pasivas cuyos beneficios sociales deben ser provistos por la gente activa. por lo tanto, esto justifica ampliamente las necesidades de reformulación de los servicios y las formas de atención con prácticas, diferenciadas, menos complejas, menos costosas y más oportunas.Por otro lado, la situación se complica aún más si sumamos las cuestiones de salud-enfermedad asociadas con una cultura de hiperconsumo que originan, al margen de las sustancias involucradas, situaciones de compromiso sobreagregadas.En ese marco, el sistema de salud en la Argentina, que sigue siendo fragmentado y orientado a la utilización desmedida de la alta complejidad y tecnología (entendida como aparatología) especializada, obliga a un replanteo sobre la formación, el desempeño y la potencialidad de los equipos de salud.Tanto el financiamiento como el aspecto formativo han conspirado con la esencia misma del arte de curar, que es cuidar (origen etimológico de la palabra medicina, cuyo significado es: curar, calmar, cuidar), figura que debe ser recuperada en todas las instancias y los principios de las novedosas costumbres de actuación.Lo “mental” y lo “no mental” del acompañamientoEl acompañamiento terapéutico constituye, para muchos, un gadget y para otros, una utilidad y tiene su origen hace varios años en el campo de la salud mental, a partir de la publicación, en 1947, de un libro de la Dra. M. A. Sechehaye –una terapeuta suiza– que da cuenta de una de las primeras experiencias en esta clase de abordaje.Podríamos garantizar que, aun hoy, el acompañante terapéutico (AT) sigue íntimamente relacionado con dos cuestiones principales: por un lado, con el criterio psi del acompañamiento, y además, como la costumbre ubicada en relación con la medicina privada.Posicionados en una perspectiva integral e integradora de la salud y más allá, como dice Mías(2008), de los acuerdos que ya están respecto de la indivisibilidad de la salud del sujeto, en la costumbre aún resulta complicado la aplicabilidad de estos conceptos, más allá de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales IV (DSM-IV) dije como anacrónica la distinción entre trastornos mentales y físicos, (American Psychiatric Association, 1995). Para revertir estas ocasiones, el AT necesita de un más grande afianzamiento como integrante del equipo de salud, posicionarse como mediador que suma la cotidianeidad del paciente y acerca las distancias que comunmente hay entre la persona que padece y la institución responsable de la atención.Pero eso requiere una nueva visión de lo que supone institución, aceptando que el hacer también crea institucionalidad, reconociendo que los equipos de trabajo articulados, y no sólo el hospital o los centros de salud, son instituciones. pensar la institucionalidad nos obligaría a la cita de numerosos pensadores y académicos, pero tomamos el planteo de Castoriadis (1998) que afirma: “entiendo por institución normas, valores, lenguaje, utilidades, métodos y procedimientos de llevar a cabo frente a las cosas y de llevar a cabo las cosas…” y sigue: “aquello que mantiene unida a la sociedad es una institución.”De esa forma, el AT se irá instituyendo en el sistema sanitario a partir del propio ejercicio, pero sabiendo que se es acompañante sólo acompañando.En momentos en los que las instituciones no sólo sanitarias sino educativas, jurídicas y sociales, por ejemplo, han naturalizado funcionamientos expulsivos, el AT puede hacer más simple una comunicación más directa con la persona padeciente, la familia y el equipo tratante, además de hacer más simple la territorialización de la atención. Territorializar no remite sólo a territorio sector geográfica donde hay que intervenir, sino además, y primordialmente, a territorio área relacional. es decir, como plantea Chiara (2011): “supone diferentes modos de apropiación del territorio, que se ponen también en juego en la construcción de la estructura sanitaria”.Dicha acción comporta la oportunidad de una apertura de las instituciones nombradas a realidades y fluídas sociales complejas, frecuentemente desconocidas por el funcionamiento endogámico en que se ha caído.Pero para profundizar dicho desarrollo, la formación y la actividad de los agentes tienen que salirse de las viejas prácticas y los modelos ideológicos dogmáticos, evitando quedar atrapados en el mismo funcionamiento; ello supone un profundo debate en todos los espacios formativos y de administración, que interpele además la intención de todo el equipo de salud para diluir posibles resistencias.Visto desde una visión integradora de la salud, el AT es entonces un trabajador sanitario, preparado para cuidar, aliviar en diferentes situaciones y padecimientos, ya sean psíquicos, físicos, sociales o académicos, en forma de dispositivo preventivo. El acompañante, en estos términos, será un nuevo integrante del equipo de salud pública complementario, facilitador y promotor en la labor de reforma del modelo de atención. Un modelo de atención que, además, pone en compromiso al propio sistema por lo desgastado y poco efectivo.El AT supone, en ese marco, hacer más simple la inclusión social de las personas que sufren un malestar psíquico, físico o relacional y pensar la salud sin un territorio especial. Se transforma, entonces, en un servicio de acompañamiento sanitario y popular, pero de modo vivencial y no interpretativo, con potencialidad de fomentar capacidades remanentes y crear programas solidarios de contención para lo cual poner el cuerpo es su utilidad principal.


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